jueves, 24 de septiembre de 2009

Fiebre del sábado noche

Uno de los genios que nos ha brindado la literatura española es Francisco de Quevedo. De entre sus muchas obras y críticas literarias me gustaría resaltar una de sus frases más celebres: “la muerte está tan segura de ganar que nos da toda una vida de ventaja”. Con esto no quiero ponerme funesto y agorero, simplemente lo comento porque como es evidente a lo largo y ancho de nuestra vida vamos quemando etapas. Pero especialmente hay algunas en las que nos replanteamos nuestras vidas, en las que miramos hacia atrás para aprender de los errores cometidos y hacia adelante para plantearnos las cosas que nos quedan por hacer.

Normalmente estos momentos suelen coincidir cuando las etapas se cuentan por décadas. Y no sé porque razón, tal vez sea Freudiana, vaya usted a saber, siempre va asociado a ellas un término de candente actualidad, la “crisis”.

¿Quién no ha oído hablar alguna vez de la crisis de los 30, 40, 50…………..etc? La respuesta es bien sencilla. No sólo hemos oído hablar de ello, sino que nos tienen machacados con el dichoso temita hasta tal punto que acaba convirtiéndose en algo psicótico.

Cuando se alcanza la fatídica década sientes que algo en ti empieza a cambiar, te preocupas más por tu aspecto: empiezas a utilizar lociones y potingues varios para prevenir las arrugas, te apuntas al gimnasio e intentas hacer dieta para eliminar ese flotador que crece entorno a tu cintura y compras vitaminas revitalizantes contra la alopecia. Si desgraciadamente ya eres donante oficial, te conviertes en un calvo con trampa (se dice de las personas cuyo flequillo comienza en una de sus orejas).

Pero hay un momento clave en el que te das verdadera cuenta de que caes en picado y necesitas hacer algo urgentemente para retrasar el final de tu juventud antes de entrar en el grupo de los maduritos.

Como cualquier fin de semana (cada vez son menos), quedas con los amigos para cenar y tomar unas copas. Durante la cena, a base de cerveza, vino y fritanga, comienzas a reverdecer viejos laureles contando antiguas batallitas que desgraciadamente nunca volverán, embriagados por el alcohol y la euforia del momento. En vez de acudir al pub donde habitualmente te sirven las copas sentado en una terraza, decides al igual que Hernán Cortés en la conquista de México, “quemar las naves” acudiendo a la discoteca de moda.

Al llegar a la “disco”, un hombre de aproximadamente dos metros, con traje chaqueta y pinganillo en la oreja, decide de manera arbitraria si puedes entrar. Pasado el primer filtro observas sorprendido que estas en el paraíso. Todo a tu alrededor esta lleno de mujeres espectaculares, bien vestidas, perfumadas y en perfecto estado de revista. En ese momento piensas que posiblemente has infartado debido a la ingesta de alcohol y comida y que el tío de la puerta era San Pedro, porque un lugar así no lo habías visto antes.

Pero lo que te hace despertar y volver al mundo real es cuando vas a la barra a pedir un cubata y una camarera de medidas espectaculares te sopla 12 pavos por copa. ¡¡No jodamos!!, por ese precio en lugar del canalillo nos tendría que enseñar el canalón.

Una vez servido, te unes al resto del grupo y de manera misteriosa formáis un círculo. Con en el cubata en la mano a modo de Playmobil empezáis a bailar de manera patética y arrítmica pues vuestros pasos de baile se han quedado más caducados que el “huevo de Colón”. Y por no hablar de cuando a alguno se le ocurre recuperar los míticos pasos de break dance (el robot, la corriente) y esa clase de cosas que han quedado demodé.

Pero poco a poco y gracias a los cubatas de 12 pavos, como si de Tony Manero se tratara os hacéis los reyes de la pista y las chicas se empiezan a acerca, pero no para ligar como pensamos nosotros, sino para investigar de donde hemos salido, si somos humanos o venimos de algún otro planeta, pues el espectáculo que estamos dando se puede considerar como dantesco.

Conforme se acerca el final de la velada comienza la “exaltación de la amistad”. Consiste en un ritual de besos, abrazos y alabanzas hacía todos y cada uno de los miembros del grupo. Normalmente se utilizan coletillas tipo: “Eres mi mejor amigo”, “Te quiero un montón”, “Somos los mejores”, “Tenemos que volver a quedar”. Evidentemente todo esto se expresa en un idioma extraño y difuso que sólo entienden las personas cuyo nivel alcohólico supera con creces los límites permitidos por las autoridades sanitarias. Lo que popularmente conocemos como “lengua de trapo”.

A la mañana siguiente te levantas como si un elefante te hubiera pisado la cabeza, estás desorientado, tu boca esta más seca que el esparto, una bomba química amenaza tu estómago después de haberte bebido hasta el agua de los floreros. Intentas contar de manera infructuosa el número de cubatas ingeridos, ¡¡que más da!!, tendrá que pasar una semana hasta que tu dañado riñón vuelva a drenar de manera aceptable.

Acurrucado en el sillón de casa reflexionas y decides que esa vida no es para ti, que a partir de ahora los fines de semana los utilizarás para realizar otra clase de actividades más saludables.


¡¡JUVENTUD, DIVINO TESORO!!

3 comentarios:

  1. Esa escena del circulo de amigos/as que se forma es tan cierto como patético y todos acabamos haciendo lo mismo. Es entonces cuando piensas "¡dios con lo que yo he sido ...!" Pero bueno hay que dejar paso a las nuevas generaciones mal que nos pese y vivir cada época intensamente, todas tienen algo que las hace especiales. Pero yo soy de las que piensan que "cualquier tiempo pasado fue mejor", sobre todo cuando te has divertido tanto,¿no crees?...

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  2. tan cierto como la vida misma, has vuelto a dar en el clavo.

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