viernes, 4 de diciembre de 2009

IV. Día D (Volando voy)

18 de marzo de 1986 12:00 pm comienza la operación “Kaka de Luxe”

Aquella mañana la gente apuraba las últimas horas antes de que los monumentos falleros se convirtieran en cenizas para dar paso a la primavera, nada hacia presagiar lo que estaba a punto de ocurrir.

Debido a los nervios la noche anterior no pudimos conciliar el sueño, poco a poco fuimos apareciendo todos, y esperamos a que el enemigo opresor saliera de su tienda para almorzar, sin saber que cuando volviera le habríamos obsequiado con un delicioso postre ideal para tomar después del café.

Como la misión entrañaba un gran peligro nadie se presentó voluntario para activar la carga, así que la mejor manera de elegir al mártir era realizando un sorteo a pares y nones, de manera que al final el perdedor de todas las rondas era la persona elegida para detonar la apestosa munición, por suerte o por desgracia el destino reservó para mí tan histórico momento.

Según lo previsto el día anterior el perro de nuestro nuevo amigo vació sus entrañas en el punto acordado, acto seguido y con sumo cuidado abrimos la caja del destructivo artefacto. El supermasclet descansaba sobre una tupida capa de serrín, una vez vaciada lo colocamos sobre la bomba de praliné. Hasta la fecha nunca habíamos visto ninguno, y lo que conocíamos sobre estos potentes artículos pirotécnicos eran habladurías, pero para ser sinceros bastante ciertas, porque aquello era muy parecido a un misil de crucero BGM-109 Tomahawk.

Con caras de satisfacción nos miramos sabiendo que íbamos a tener el honor de conocer en primera persona sus devastadores efectos. Aunque estaba muerto de miedo, me sentía un privilegiado porque las caras de mis compañeros revolucionarios reflejaban una sana envidia. Mientras que yo me apretaba los cordones de las zapatillas y tapaba mi cara con el pañuelo fallero, mis amigos hacían lo propio retardando la mecha, una vez finalizada la preparación nos abrazamos y gritamos al unísono: ¡Hay que derrocar a la reacción!. Después de toda esta liturgia llegó el momento crucial, la gente se fue colocando en sitios estratégicos para no perderse detalle del espectáculo, yo sólo ante el peligro me preparé para hacer estallar aquella diabólica carga.

Con el corazón completamente desbocado el poco aire que me quedaba lo utilice para soplar en la mecha y avivarla, con manos temblorosas la acerque hacia el masclet, lo prendí y entre los gritos de ánimo de mis compinches me puse a correr como jamás en vida lo había hecho. No se el tiempo que pasó y la distancia que recorrí, pero lo que si recuerdo con meridiana claridad fue el momento de la explosión. Un estruendo ensordecedor envolvió a La Placeta, debido a la onda expansiva caí al suelo, y sentí como unos ardientes trozos de metralla perforaban mi espalda y mi cabeza, aunque intenté levantarme no puede hacerlo porque estaba completamente desorientado, debido a la fuerte explosión no escuchaba absolutamente nada, era como si un ruido sordo se hubiera apoderado de mis oídos, desde el suelo y totalmente aturdido comencé a tocarme para ver si todos mis órganos y extremidades permanecían en su sitio. La mitad del grupo debido a la dantesca situación pusieron pies en polvorosa dirección a sus respectivas casas, y los pocos que quedaron fueron corriendo en mi auxilio para intentar levantarme, como buenamente pudieron me cogieron en volandas llevándome a un lugar más tranquilo.

Cuando empecé a ser consciente de la situación descubrí que aquellos trozos de ardiente metralla no eran más que escatológicos fragmentos que habían estucado mi retaguardia. Es en esos momentos descubres que tienes amigos verdaderos, porque a pesar de que estaba cubierto por una espesa capa de mierda me abrazaron gritando: ¡¡Hemos derrotado a la reacción!!. A mí me embargaba un sentimiento agridulce porque aunque habíamos ganado la guerra todavía me quedaba por librar la madre de todas las batallas, explicarle a mi progenitora como aquel nauseabundo estucado decoraba mi espalda. Conforme me marchaba hacia casa convertido en un héroe, mis camaradas revolucionarios entonaron la canción en homenaje a los compañeros caídos en acto de servicio, porque como era previsible no iba a pisar la calle durante una larga temporada.

Lo que ocurrió en casa y el castigo que recibí quedará bajo secreto sumarial, sólo puedo decir que los únicos petardos que volví a encender años después, no estaban precisamente llenos de pólvora.

CONTINUARA…………………………………………..

1 comentario:

  1. Héroe, héroe!!! el próximo día que nos veamos propondré que te impongan una insignia

    ResponderEliminar