jueves, 3 de diciembre de 2009

II. Pacto entre caballeros

Entre el aturdimiento y la indignación nos fuimos hacia casa, pero durante el trayecto decidimos enterrar el hacha de guerra, y aunar esfuerzos para luchar contra aquel tirano que se quería apoderar del único lugar en el que podíamos jugar sin peligro de ser atropellados, porque en esta ocasión había ultrajado el honor todos y cada de nosotros. Sin más preámbulos, nos estrechamos las manos y firmamos un pacto entre caballeros, como hizo Joaquín Sabina con su canción:

"..... yo, que siempre cumplo un pacto
cuando es entre caballeros....."

Al día siguiente planeamos comenzar con la batalla psicológica así que, al igual que un coro navideño cuando pide el aguinaldo, nos pusimos frente a su puerta a deleitarle con nuestro particular grito de guerra:

Hay que derrocar a la reacción!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!

Con paso ufano y altanero se asomaba al límite que separaba el umbral de su tienda con el mármol de La Placeta, apurando su cigarrillo con mirada desafiante, mientras nosotros permanecíamos impasibles ante aquella provocación, elevando el tono de nuestro reivindicativo himno. Durante semanas acudimos cada tarde a cantarle nuestra peculiar serenata hasta que decidimos dar por terminada la misión para iniciar una nueva fase de nuestra terrible venganza.

Nos dividimos en dos grupos: por una parte estaba la D.A.C (División Acorazada Ciclista), cuyos integrantes conducían las bicicletas que estaban de moda por aquella época (Orbea, Torrot, G.A.C y BH), la otra parte del grupo estaba formada por la C.T.S (Compañía Transportada Sancheski). No quiero se modesto pero siendo sinceros éramos un verdadero grupo de élite que ya le hubiera gustado a más de un ejército tenernos entre sus filas. Yo pertenecía a la temida C.T.S. Nuestra forma de actuar era peligrosa para nuestra integridad pero letal para el enemigo. Nuestra misión consistía en lo siguiente: subidos al monopatín, bien fuera de pie, de rodillas o en cuclillas, éramos arrastrados por las potentes bicicletas sujetos con una cuerda atada al sillín, cuando habíamos alcanzado velocidad suficiente soltábamos la cuerda y nos dejábamos llevar por la inercia intentado realizar arriesgadas piruetas, que la mayoría de las veces acababan con nuestros huesos en el suelo.

Después de un par de meses de duro entrenamiento conseguimos perfeccionar la técnica de tal manera que antes de caer al suelo teníamos la capacidad de controlar la dirección del monopatín para dirigirlos hacia objetivos concretos. Con esta depurada técnica ya estábamos preparados para atacar el centro de operaciones del enemigo, así que después de solucionar algunos flecos relativos a la logística, pusimos en funcionamiento la operación “Mi barba tiene tres pelos”, que consistía en pasar con las bicicletas frente a la tienda del enemigo y con la misma precisión de un reloj suizo, saltar del monopatín dirigiéndolo como obús hacia el escaparate. Por primera vez en mucho tiempo y tras los continuos ataques, conseguimos minarle la moral de tal manera que su arrogante actitud se convirtió en irritación y furia al saber que una pandilla de revolucionarios imberbes había conseguido sacarlo de sus casillas.

En uno de los múltiples ataques con los que le obsequiamos, fue cuando perdió literalmente los papeles y, en un acceso de cólera, salió a La Placeta voz en grito, amenazando con llamar a nuestros padres e incluso a la policía para que nos dieran una buena reprimenda. Era tal el estado frenético en el que se encontraba que decimos retirarnos y dejar que las aguas volvieran a su cauce.

Tras unas semanas de calma tensa decidimos pasar a la acción pero esta vez el destino nos tenía preparada una desagradable sorpresa. Debido a un error de cálculo dos de miembros de la C.T.S perdieron su preciado monopatín en acto de servicio. Aquel día planeamos realizar un ataque combinado en el que de manera simultánea se lanzaban dos monopatines. Todo marchaba a la perfección y en el último lanzamiento los dos monopatines chocaron entre sí con tan mala fortuna que su trayectoria se desvió y fueron a parar a la entrada de la tienda del enemigo. Los dueños de los Sancheski intentaron recuperarlos, pero él fue más rápido y los confiscó. Con los ojos inyectados en sangre grito: ¡¡Ahora ya son míos, si queréis recuperarlos tendrán que venir vuestros padres a por ellos!!.

Aquel día recibimos un duro golpe, intentamos convencer a los damnificados para que contaran a sus padres que unos manguis les habían levantado los monopatines, pero no cedieron a nuestras presiones (yo tampoco lo hubiera hecho), ya que por aquel entonces un Sancheski eran palabras mayores, así que con gran dolor de corazón le contaron a sus padres la verdad del asunto para recuperar tan preciado bien. La confesión tuvo grandes consecuencias en el barrio. Casi todas las madres se conocían porque coincidían en el mercado o a la salida del colegio, así que la lista con los nombres de los implicados corrió como la pólvora. La respuesta ante tales afirmaciones fue recibida por el sector maternal con total escepticismo ya que ellas creían a pies juntillas que sus hijos no tenían nada que ver en el asunto y que la culpa era de los otros, pero, para prevenir males mayores, tomaron la determinación de confiscar los monopatines y las bicicletas hasta la resolución de los hechos.

Aunque nos costó reconocerlo, el enemigo era más fuerte de lo que imaginábamos. Sin balones para echar los míticos partidos de todos contra todos, nos dedicamos a practicar juegos menos agresivos pero igual de divertidos. Nuestro largo y pesado correctivo lo cumplimos jugando a la peonza, las canicas, y sustituimos los añorados monopatines por unos Yo-Yo Russell 5 Estrellas.

Durante el prolongado cautiverio reinó la paz, pero sólo sirvió para fraguar una venganza que cambiaría definitivamente el devenir de los tiempos, porque nuestros corazones seguían latiendo al ritmo de nuestra consigna.

Hay que derrocar a la reacción!
¡A las barricadas! ¡A las barricadas
por el triunfo de la Confederación!


CONTINUARÁ…………………………………………

2 comentarios:

  1. ¿Cómo has acabado así con ese pasado revolucionario?

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  2. Está claro que lo mejor para unir a 2 rivales es tener un enemigo común, y en este caso, lo teníais.

    Esto va camino de una trilogía, mejor que el Señor de los Anillos o Millenium del señor Larsson.

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