martes, 5 de enero de 2010

Queridos Reyes Magos:

Ha pasado un cuarto de siglo desde que les envié mi última carta, y después de mucho reflexionar he llegado a la conclusión de que la única razón por la que no han tenido noticias mías desde aquella misiva, es que la ilusión que envuelve a la mágica noche de reyes se ha ido perdiendo con el tiempo hasta el punto de dudar de la enigmática y misteriosa existencia de sus majestades. Pero he de comunicarles que este año al recibir la noticia de mi futura paternidad he comprendido el verdadero significado de esta tradición que perdura desde tiempos inmemoriales.

Hasta la fecha esta noche la había vivido con la visión de un niño, y como es de suponer embargado por la emoción sólo tenía ojos para los regalos que recibía. Pero haciendo un ejercicio de memoria puedo recordar la expresión de satisfacción de mis padres, cuando con las manos temblorosas y con un gesto entre el asombro y el desconcierto me dedicaba a desenvolver aquellos mágicos paquetes. Y aquí está el verdadero espíritu de su anual visita, no importa la cantidad de regalos recibidos sino transmitir esa ilusión a tu hijo.

Recuerdo que la víspera al día de su visita acudíamos a ver como recorrían las calles de la ciudad soportando estoicamente el frío y la humedad hasta que pasaban junto a nosotros. Al llegar a casa limpiábamos cuidadosamente nuestros zapatos y los colocábamos en el balcón, junto a tres copitas con coñac, y cazo con agua para sus camellos. Después de cenar nos íbamos directos a la cama con la esperanza de que todos nuestros deseos se vieran cumplidos. Aquella noche costaba conciliar el sueño, mientras esperaba la llegada de Morfeo repasaba mentalmente todas las peticiones que les había enviado a sus majestades. Poco a poco y a fuerza de repetir las líneas de aquella carta caía rendido esperando su llegada.

Por aquel entonces y debido a mi edad no tenía noción del tiempo, pero lo que recuerdo es que mi padre entraba cuidadosamente en la habitación y me decía: “Despierta han llegado los Reyes”, automáticamente mis ojos se abrían como platos, y como un rayo me dirigía por el largo pasillo hasta llegar al comedor, donde mi madre y mis hermanas me esperaban junto a los regalos que sus majestades nos habían concedido. Con la mirada atónita y tiritando de frío debido a los nervios del momento intentaba articular palabra pero como pueden imaginarse era misión imposible. Pero lo que realmente me dejaba asombrado de aquella agitada noche, era ver como las copas de coñac y el cazo de agua estaban vacios, ya que esa era la prueba evidente que sus majestades habían visitado nuestra casa.

Afortunadamente esta experiencia la voy a disfrutar con la misma ilusión con la que años atrás mis padres lo hicieron con nosotros, porque no hay nada mejor que hacer feliz a un hijo.

Sin más me despido de sus majestades de Oriente hasta el año que viene.

Feliz Noche de Reyes

5 comentarios:

  1. Padrazo!

    (No tires el tabique del comedor, así la emoción del pasillo será más larga)

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  2. Gracias Josevi, por hacerme recordar aquellos momentos, que tenia olvidados en mi memoria, y que conforme ibas narrando en tu relato, iba viendo la emoción de mi hijo en tus palabras. Eres grande!!

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  3. Josevi, ¡a continuar la tradición de los Reyes, ahora desde el otro lado de la barrera!. Cuidado con la copita de coñac no sea que a sus majestades les quiten 2 puntos por montar en camello con alcohol en la sangre.

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  4. Ya verás cuando tengas a Enma ahí si que lo vas a revivir todo con mucha más intensidad . Menos mal que los niños hacen que esta ilusión siga latente, porque ellos hacen posible que se mantenga la magia de esta noche maravillosa que ninguno olvidará jamás. Que bonito Jose , y ¡como temblábamos!... absolutamente entrañable . Besos.

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