jueves, 14 de enero de 2010

Mercenarios

“En 1972, un comando compuesto por cuatro de los mejores hombres del ejército americano, fueron encarcelados por un delito que no habían cometido. No tardaron en fugarse de la prisión en la que se encontraban recluidos. Hoy, buscados todavía por el gobierno, sobreviven como soldados de fortuna. Si tiene usted algún problema y se los encuentra, quizás pueda contratarlos”.

Así comenzaba el Equipo A, serie ochentera por excelencia que tiene el enorme privilegio de ocupar un lugar de honor en el Olimpo de los clásicos. Cada tarde disfrutábamos de sus aventuras por uno de los dos canales de los que disponíamos por aquel entonces. Esta mítica serie con la misma caspa que las películas de Serie B tuvo gran éxito entre la juventud de la época. Sus capítulos eran siempre igual: familia de la América profunda con hija buenorra se encuentra sometida a las continuas putadas del terrateniente del pueblo, contratan al Equipo A para que resuelva el conflicto. Con los escasos medios de los que disponen se enfrentan al poderoso enemigo haciéndole morder el polvo, después de repartir de lo lindo, explosionar varios coches y quemar unos cuantos kilos de pólvora, salían victoriosos, pero lo mejor de todo es que nunca se derramaba una gota de sangre.

En el barrio, aunque pensándolo bien en cualquier lugar del planeta nos juntábamos para emular a nuestros mercenarios preferidos, y aquí es donde llegaba el verdadero conflicto, porque como es de imaginar habían dos personajes por los que la gente se daba de hostias por conseguir el papel, y cuando digo hostias me quedo corto, porque las mayores peleas callejeras que he visto en mi vida han sido por interpretar al Coronel John Hannibal Smith, jefe del comando y un verdadero profesional en el arte de adquirir diferentes personalidades gracias a sus múltiples disfraces, y al Teniente Templeton Peck más conocido como Fénix en los ambientes. El motivo por el que la gente estaba dispuesta a matar por imitar a su personaje es que pillaba cacho en todos los capítulos, aunque no me extraña, porque se gastaba un pedazo Corvette por el que todas las féminas de pelo cardado y pantalón sobaquero suspiraban.

Debido a mi peso y estatura tenía todas las perder en este tipo de contiendas, así que no me quedaba más remedio que interpretar al Capitán H.M. Murdock y por extensión el zumbado del grupo, al que siempre tenían que sacar de alguna clínica porque se dedicaba a hablar con sus calcetines. Para terminar el elenco falta el Sargento M.A Baracus, un negrata de dos por dos con más colorado que toda la estirpe de los Montoya, Heredia, Cortes y Vargas juntos, que repartía hostias como panes. El único inconveniente de este grandullón es que tenía pánico a volar, lo que originaba que cada vez que lo tenían que hacer había que aplicarle un potente somnífero.

Gracias a la perspicacia aprendida en sus capítulos o más bien a nuestra falta de medios, nos las ingeniábamos para fabricar el armamento necesario para jugar por los descampados y calles del barrio. Las armas utilizadas eran el tirachinas fabricado con el cuello de una botella y un globo. La munición a utilizar era de lo más variada pero en nuestro caso y para evitar males mayores usábamos unas pequeñas bolas que crecían en los árboles de un parque cercano y que cuando impactaban en tu cuerpo te proporcionaban un escozor nada agradable. Como por aquel entonces en mi casa no era frecuente comprar agua embotellada, el envase que utilizaba para fabricar el tirachinas, era el de las botellas de leche Cervera. Otra de las armas por excelencia era una que se fabricaba con pinzas, su montaje era simple y su efectividad letal. Para fabricarlo necesitabas: una pequeña tabla de madera, dos clavos y una pinza. Como munición se utilizaba la parte metálica de una pinza sujeta por una goma elástica.

Quienes hayan combatido en estas peligrosas lides sabrán de lo que hablo, pero por si acaso adjunto croquis para que entendáis su funcionamiento:

Como se puede observar este es el modelo básico pero ante mis ojos han pasado verdaderas obras maestras, ya que conforme más grande era la tabla, mayor era el número de pinzas preparadas para disparar los peligrosos proyectiles. Durante aquella época las carpinterías y los tendederos maternos eran literalmente saqueados, hasta el punto que se produjo una gran crisis en el sector maderero debido al uso indiscriminado de esta noble materia prima. En un principio su fabricación estaba única y exclusivamente orientada para la caza de lagartijas y tiro al blanco, pero al final se convirtió en una lucha encarnizada entre los chavales del barrio cuya finalidad era la de conseguir el mayor número de munición posible en detrimento del enemigo.

Y así, con este simple entretenimiento pasábamos tardes enteras jugando a ser aquellos cuatro mercenarios que luchaban por un mundo más justo, eso sí, a base de hostias.

¡¡ Me encanta que los planes salgan bien!!


2 comentarios:

  1. eso si que eran inventos, y no los de MacGyver

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  2. Yo me hice una de esas "ballestas", la mía, de considerable anchura, tenía una capacidad para 4 pinzas armadas y listas para disparar!

    Por cierto, no se si esta noticia tendrá relación con la próxima llegada a nuestros cines de "EL EQUIPO A, LA PELICULA"...

    más info en nuestra conocida socorrida página de filmaffinity:

    http://www.filmaffinity.com/es/film922002.html

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