miércoles, 4 de noviembre de 2009

Nit i Dia

A base de borracheras aprendes tres cosas importantísimas: la primera, no mezclar bebidas, la segunda, siempre sujeta a tu nivel económico, es no beber garrafón y la más importante de todas, no acostarse nunca con el estómago vacio, porque corres el grave riesgo de que la resaca de la mañana siguiente sea de una magnitud considerable.

Tras una larga noche de farra la mejor manera de lamerse las heridas era acudir a uno de los lugares más emblemáticos que haya tenido nuestra ciudad, posiblemente deberíamos movilizarnos en masa para que lo declarasen patrimonio de la humanidad, porque durante generaciones ha sido punto de encuentro para miles y me atrevería a decir para millones de almas etílicas.

Olvidaos de macrobotellones y pijadas por el estilo, si había algo en Valencia que congregaba a miles de jóvenes en un estado etílico más que lamentable era el famoso “horno de los borrachos”, aunque si no recuerdo mal su verdadero nombre era “Nit i Dia”. Estaba regentado por un amable señora que no pasaría del metro y medio, tenía el pelo canoso y cortado a lo chico, andaba un poco cojitranca y cuando la veía me recordaba a Rigodón el amigo de Willy Fog. Siempre estaba acompañada por un fiel séquito de trabajadores que se movían detrás del mostrador como verdaderas máquinas y por un tío gordo que siempre estaba fumando un puro, cuya función no sabíamos muy bien cuál era, supongo que sólo con su presencia la protección del local estaba asegurada.

Lo mejor de aquel ambiente es que jamás hubo ninguna bronca entre sus fieles, era como una gran hermandad, compartiendo efluvios etílicos, risas, potadas y algún que otro canuto, se juntaban gentes de distinto pelaje con un objetivo común, llenar sus agujeros estomacales. Aunque en aquel local y sus aledaños reinaba el caos, había un respeto mutuo hacia tus beodos compañeros, pero claro, en aquellos años no existían los “cicloestáticos” de gimnasio con las hormonas a flor de piel.

Entrar en aquel lugar era una gran odisea. Parecía la puerta del Corte Inglés el día que comienzan las rebajas. Con gran habilidad y usando el codo como palanca intentabas hacerte hueco en aquel maremagnum borrachil. Aparte del esfuerzo, debías soportar una terrible mezcla de olores que revolvían tus tripas y que por dignidad es mejor no recordar. Pero todo ese sufrimiento tenía su recompensa cuando escuchabas las palabras mágicas: ¿Qué le pongo joven?, posiblemente ése era el mejor momento de la noche.

Con gran diligencia nuestra querida y añorada señora te servía los productos estrella preparados al momento. A simple vista puede parecer el bocadillo más sencillo del mundo, pero a aquellas intempestivas horas era como comer caviar iraní mojado con el mejor champán francés.

Tenías dos opciones:

• Completo: compuesto por una abundante gama de fiambres sobre una fina capa de tomate triturado, este bocata era sin duda el más solicitado.

• Súper: explosiva mezcla de atún, con tomate y olivas, reservado exclusivamente para los estómagos más fuertes.

Adaptándose a los nuevos tiempos, incluyeron entre sus múltiples manjares los perritos calientes con extra de cebolla. Mis amigos y yo bautizamos al puesto y por extensión a la chica que lo atendía como: “La perrera municipal”. Aquello era todo un espectáculo, la pobre tenía más paciencia que un santo porque cada vez que acudíamos a nuestra cita gastronómica montábamos un cirio de cuidado, recuerdo que nada más entrar empezábamos a descojonarnos de risa y mientras abríamos hueco hacia el puesto de perritos, comenzábamos a gritar: ¡¡esa perrera buena!!, ¡¡ves preparando dos extras que ya llegamos!!., lo mejor de todo es que como ya nos conocía los tenía preparados.

Este emblemático local ha sido testigo de múltiples anécdotas que bien valdrían para publicar unos cuantos libros, y sus dueños y empleados se merecen si no un monumento, una pensión vitalicia, ya que se precisa de una gran mano izquierda para dominar a tal manada de descerebrados.

Mientras estoy escribiendo este post estoy llorando, pero no de pena ni melancolía, sino de risa, porque creo que jamás en mi vida me he reído tanto como las madrugadas que pasamos entre aquellas cuatro paredes.

Para despedirme he recopilado las incunables frases a las que nos tenía acostumbrados la directora de aquel anárquico y alcoholizado grupo, aunque agradecería vuestra colaboración para completar entre todos un trozo de la vida nocturna valenciana.

¿Qué le pongo joven?

¡¡Longa, morci y chori!!

¡¡Comple con toma!!

El agua, ¿fresqui o natu?

Hay veces que merece la pena desempolvar recuerdos y si son tan buenos como éstos mejor que mejor.

4 comentarios:

  1. jajajajaaaaaa
    cierto... los hornos deberían estar abiertos sólo por las noches (durante el día ya puedes ir al Mercadona, jajajaaaa)
    un clásico eso de meterte entre pecho y espalda un bocata o una simple empanadilla a las 7.00 de la mañana... ummmmmm
    luego yo me pasé al McAuto de Alboraya y de vez en cuando la noche acababa entre hamburguesas de 1 euro y raciones pequeñas de patatas y coca-cola desventada de máquina mientras algún "maquineto" nos obsequiaba con música techno desde el maletero de su Opel Astra GSI o su Escort RS2(unos clásicos)
    yo combinaba las "hamburger" con las porciones de pizza en los garitos del extinto Xúquer, hasta que últimamente decido acabar la "farra" con mis amiguetes los turcos zampándome un buen Dürum de cordero sin picante, eso sí...
    ummmmmmmm... potente complemento para el GinTonic de Bombay Saphire... pero entra de puta madre

    un abrazo Josevi!!!!

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  2. No se si será el local "oficial" pero el otro día me topé con un "horno de los borrachos" en plena Avda Blasco Ibañez, cerquita del extinto 7eleven.

    O es que el negocio habrá triunfado tanto que ahora hay hasta franquicias?

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  3. Yo también he visto ese horno de Blasco Ibañez, supongo que ahí irán ahora las nuevas generaciónes o algún cuarentón trasnochado en un intento desesperado de recordar viejos tiempos. Pero el mítico siempre será el de la calle Sueca , el mejor sitio para rematar la noche, y donde los bocatas te sentaban increible si no se te atragantaba el bocado por culpa de esa risa floja que te provocaba la borrachera o el petilla de turno. Recuerdo con mucho cariño a la gente con la que compartí esas eternas noches... Entonces éramos todos mucho más naturales ... interpretarlo como querais.

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  4. ...sin duda el mejor lugar para acabar la noche, apaciguando al estómago rebosante de gin-tonics con el bálsamo de la mortadela del "completo", comentando de paso entre risas las aventuras de la noche que, para qué negarlo, probablemente habían sido desventuras, y algún que otro fracaso de faldas...

    recuerdo la última vez que estuve, el local hasta la bandera, cola imposible de discernir, mascachapas ciclados junto a grunges con sueño, doble, triple fila de coches con música, alguna minifalda y desprendimiento de rimmel, pizza va, pizza viene, bocata de atún... junto a mí una pareja de amiguetes que habían conocido tiempos mejores, se habían tomado esa noche todas las copas de la baraja, uno apoyado en el otro para no caerse, se conocía que con la tajada les había dado por la nostalgia, y para matar el tiempo estaban cantando todas las canciones de Bola de Drac, en sus diversas versiones de TV3 y Canal 9, incluyendo el tema del final en japonés interpretado por Vulma, todo esto a voz en grito y sin afinar ni una sola nota...
    ante la mirada compasiva de la dueña, se ve que a uno le asaltó el civismo, y entre codazos al compañero, le chistó:
    -"Tio tio calla ya, que estamos molestando..."

    el otro, tras guardar silencio unos segundos de profunda reflexión, le respondió con aplastante lógica:
    -"pues no se llama horno de los borrachos? que lo hubieran llamado biblioteca municipal..."

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