martes, 25 de mayo de 2010

Insert Coin

Se acaban de cumplir 30 años desde que la empresa japonesa Namco lanzara al mercado el Pac-Man conocido por estas tierras como Comecocos. A pesar de los avances técnicos que durante tres décadas se han producido en el sector, ha conseguido sobrevivir a todos estos avatares manteniéndose como el videojuego por excelencia.

En los ochenta la única alternativa posible para saciar tus instintos ludópatas siempre y cuando no fueras uno de los pocos privilegiados que disfrutaba de un Spectrum de 64K, eran los recreativos. La importancia y prestigio de un barrio se medía por el número de salas recreativas que tenía y por la calidad de sus máquinas. En aquellos centros sociales cantera de ludópatas y traficantes, había un encargado al que todo el mundo llamaba “JEFE”. La razón principal es que al igual que los sheriff del lejano oeste lucía en su cintura dos armas que lo convertían en el Dios, en el puto amo, en el capo di tutti capi, y no me estoy refiriendo a dos Smith & Wesson del calibre 38, sino a unas armas muchísimo más poderosas. El manojo de llaves con las cuales accedías a las entrañas de las máquinas para recolectar la jugosa recaudación y por supuesto pulsar la palanca que daba créditos ilimitados, y una pequeña alforja de piel en la que guardaba la pasta necesaria para proporcionarte el cambio.

Todavía recuerdo la sensación que recorría mi cuerpo cuando entraba y escuchaba la estridente mezcla de sonidos que desprendían aquellas diabólicas máquinas que despertaban mis ansias por jugar. Acto seguido y como si de un zombi se tratara formulaba las palabras mágicas: -¡Jefe deme cambio!, de manera automática y sin mirarme a la cara se echaba mano al cinto y me proporcionaba las preciadas monedas de 25 pesetas, mientras que con sana envidia miraba con el rabillo del ojo el contenido de su alforja pensando en que me gastarías todo aquel pastizal si por alguna casualidad de la vida cayera en mis manos el contenido de aquel zurrón.

La gente que frecuentaba aquellos lugares estaba cortada por el mismo patrón. Daba igual a que recreativos fueras porque allí siempre encontrabas a la flor y nata. Por un lado estaban los mafiosillos, ocupaban el fondo de la sala y así podían controlar la entrada del personal, se dedicaban a vender hachís al menudeo, así que para no tener problemas nunca debías cruzar la mirada con ellos a no ser que fuera para comprar algo de material. Otros de los personajes que pululaban en aquel lugar eran los mirones que se apalancaban al lado del jugador para revelarle los trucos del juego, con la intención de conseguir una partida por la cara, pero normalmente acababan con la cara partida. El grupo más nutrido era el formado por los viciaos. Estos solían estar enganchados a un juego concreto y cada vez que acudías a los recreativos parecía que formaban parte de la máquina porque no los despegabas de ella ni con agua caliente.Para terminar con elenco estaban los pierdecasas de los que formaba parte, nuestra misión era la más importante porque gracias a nosotros se sustentaba el negocio recreativo. Es decir, metíamos pasta en todas las máquinas pero nunca pasábamos de la segunda pantalla.

En aquel casino para adolescentes podías comprarle al JEFE cigarros sueltos a 10 pesetas la unidad, ser testigo de más de una pelea, de muchos trapicheos, de cómo intentar sacar partidas gratis utilizando el mítico magiclick. Pero lo más importante para los asiduos de aquel lugar era grabar sus iniciales en el ranking de su juego preferido.

Con la llegada de las pequeñas y esbeltas videoconsolas los días de vino y rosas terminaron y comenzó la decadencia de aquellas cajas de madera con palancas y botones multicolor, que tantas tardes de gloria nos dieron y con ella el fin de una generación que utilizaba estos centros de ludopatía precoz para saciar sus viciosos instintos.

Por lo menos a los más nostálgicos siempre nos quedará el Texas Holdem

3 comentarios:

  1. Yo era un empollón y no iba a los recres... ¡Cuántas cosas me he perdido!

    ResponderEliminar
  2. Ayys los recres!!. No puedo dejar pasar la ocasión sin hacer un comentario sobre este post.

    Yo la verdad es que empecé muy precoz (con 5 o 6 añitos, jugando la partida a duro y después a dos duros...) y la verdad es que me retiré a los 20-22 años de los recres, los cuales consideraba como mi segunda casa...

    Yo me incluiria en el grupo de los que amortizaba muy bien su partida y le gustaba acabar pasandose el juego (despues de muchas horas invertidas en el). Por tanto, era de los que grababa sus tres letras al final de cada partida. Mi firma era "OSA" (haciendole un guiño a nuestro colega el oso).

    Capitulo aparte tendrían las maquinas pin-ball, en las cuales te podias sacar partidas gratis si demostrabas tu destreza y te podías pasar tardes enteras amortizando 5 miseros duros, jeje

    Bueno habría tanto que contar... Que viejos y grandes recuerdos.

    Un abrazo, Paji

    ResponderEliminar
  3. Los recres, grandioso lugar.

    míticas máquinas recuerdo, DoubleDragon, StreetFighterII, Snow, Tetris, SuperPang, BubbleBubble, Mario, ...

    Unos cuantos vicios nos echamos en aquellas salas.

    Por cierto, buen juego de palabras "partida por la cara ... partir la cara" que artista estas hecho.

    ResponderEliminar